¿POR QUé SEGUIMOS USANDO ZAPATOS CON TACO?

Se está desatando una verdadera revolución del calzado en la capital mundial de la moda, escribe The Economist. Si años atrás el sonido de los zapatos con taco sobre el adoquín eran parte de la atmósfera habitual de París, hoy reina el silencio de los zapatos planos, advierte la revista. “Las mujeres quieren comodidad”, dice una vendedora al ser preguntada por las ventas de los famosos stilettos.

El diario Le Figaro registra un escenario similar: “los zapatos con taco de 12 centímetros parecen haber desaparecido de la escena pública, sustituidos por la eterna zapatilla deportiva”, se lee en una nota donde se asegura que quienes usan zapatos altos pueden contarse con los dedos de las manos. “Es seguro que estas últimas se dirigen al trabajo”, dice.

Lo que se ve en la capital francesa es un reflejo de una comodidad heredada de la pandemia, donde incluso se pensó que este tipo de zapato podría estar llegando a su fin. Su muerte no llegó. Una prenda tan controversial como icónica sigue siendo un objeto presente en la mayoría de los clósets para ser usados en eventos, matrimonios y celebraciones. Los informes del mercado evidencian que están lejos de desaparecer.

Inventados para el uso de hombres y mujeres en la corte del rey Luis XIV en Francia, en el siglo XX pasaron a ser de uso mayoritariamente femenino, convirtiéndose en un símbolo de elegancia y atractivo sexual, explica Carolina Muñoz Castillo, Académica de la Facultad de Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile.

“La publicidad y, sobre todo el cine, contribuyeron a generar esta idea de que las mujeres debían usar zapatos con tacos altos para ser atractivas, para gustarle a los hombres”, explica la académica. “Pasan a ser parte de un fetiche de seducción como la lencería, las medias de red o los escotes pronunciados. Todo esto dentro de estereotipos sobre lo que es ser mujer y que la muestran como un objeto de deseo masculino”, agrega.

Al igual que los corsés y las fajas, los zapatos con taco son prendas que se han impuesto como parte del vestuario de las mujeres, pero no consideran la comodidad. Es por esto que se cuestiona por estos días. “Las feministas, desde las sufragistas con la quema de los corsés, han denunciado estas formas de control de los cuerpos femeninos”, dice Muñoz.

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Estilosos, pero no saludables

El uso continuo de este tipo de zapatos puede generar problemas de salud. Los más comunes, explica Julio Botello, traumatólogo de la clínica Meds, son acortamiento del tendón de aquiles y fascitis plantar, lo que genera dolor, irritación e hinchazón, entre otros síntomas. También pueden provocar deformidad en los dedos y dolores de columna.

“Mientras más alto el taco, hay más problemas por la alteración de la distribución de la carga del peso corporal sobre los pies”, explica Botello.

Andrés Villa, traumatólogo especialista en pie y tobillo de UC CHRISTUS, explica que la altura de los zapatos aumenta además la posibilidad de esguinces. “Es mejor usar plataforma o que los tacos no sean tan ‘aguja’”, dice. Y aconseja estar alerta ante las señales de que este tipo de calzado puede estar generando problemas: esguinces repetidos, deformidad en los dedos del pie y dolor plantar en el antepié.

¿Por qué entonces esta prenda ha resistido a lo largo del tiempo? Hay dos visiones al respecto. Para Camila Marambio Jerez, activista de la Rebelión del Cuerpo, su uso tiene que ver con las exigencias en torno a la apariencia física.

“Estos cánones de belleza responden a rasgos que no siempre son propios de nuestras características fisiológicas naturales, como el tener una silueta ‘delgada’ o una estatura determinada y los zapatos con taco alto se presentan como una herramienta para potenciar o simular estas características”, explica.

Según Marambio, no es novedad que la comodidad o la salud pasen a un segundo plano para priorizar la estética: es similar a lo que sucede con las prácticas y procedimientos invasivos e incluso riesgosos que se utilizan para perpetuar esos cánones.

En cambio, para Úrsula Carranza, autora del libro Tacones de Culto, nada puede reemplazar la elegancia y el glamour que proyectan un par de tacos y ahí radica su vigencia. “Por más que las zapatillas estén en auge, es un producto muy diferente que aunque da comodidad y estilo, no viste a la mujer de la manera que un tacón lo hace para las ocasiones especiales de la vida”, dice.

La autora asocia la longevidad de este calzado a los avances que el mercado ha realizado en cuanto a la comodidad y funcionalidad en sus diseños. “Hoy en día hay tacones más cómodos e innovadores gracias a plantillas acolchadas, espumas visco elásticas, materiales más suaves, variedad de alturas en los tacones y diseños ergonómicos. Las marcas están cada vez más conscientes de la importancia de combinar estilo con comodidad y funcionalidad”, explica.

Ursula defiende esta prenda como una herramienta que puede tener un poder de reinvención. “A muchas mujeres las hace sentir más empoderadas, más seguras de sí mismas y tener un mayor control sobre su apariencia. Definitivamente tienen un efecto psicológico”, dice. “Si las mujeres se sienten poderosas luciéndolos entonces no debería cuestionarse”, agrega.

Sin embargo, para ella no es la única forma en que las mujeres pueden usar la moda para expresarse: la clave está en la libertad. “Las mujeres deben poder ponerse libremente lo que quieran, ya sea que eso implique usar tacones altos o no. Nadie debe sentirse presionada por usar tacones en ningún ambiente, ni para cumplir con ciertas normas impuestas por la sociedad ni ciertas expectativas de género”, dice.

La resistencia empieza en la oficina

Un día de diciembre de 2015, la británica Nicola Thorp fue increpada por su supervisor y enviada a su casa sin sueldo tras negarse a usar zapatos con taco en el trabajo. La recepcionista de 27 años no pudo hacer mucho para evitar esa medida: el contrato que había firmado incluía una serie de “lineamientos de apariencia” que, entre otras cosas, exigía que las mujeres usaran zapatos de una altura de entre cinco y 10 centímetros.

Thorp se descargó en Facebook, donde publicó su experiencia y hubo cientos de mujeres que contestaron relatando episodios similares. Lanzó una petición para cambiar la ley, reunió más de 150.000 firmas y dio lugar a una investigación en dos comisiones parlamentarias.

En 2019, Japón también fue escenario de una batalla contra la imposición de los tacos en el trabajo. Miles de personas se escudaron bajo el hashtag #KuToo –un juego de palabras que mezcla las palabras zapato y dolor– para solicitar la prohibición de exigir este tipo de calzado a los empleadores. La medida no recibió mucha respuesta desde el gobierno y fue recibida con escepticismo por una sociedad considerada aún rígida en roles de género.

Pero el movimiento tuvo una pequeña victoria al año siguiente, cuando Japan Airlines anunció que ya no exigiría que sus trabajadoras usaran tacos o faldas. La aerolínea se convirtió en la primera gran empresa del país en relajar sus exigencias de vestuario en respuesta a los alegatos de sus trabajadoras que decían que los tacos no solo eran incómodos sino que les causaban un dolor importante.

Estos dos casos no son ajenos en ninguna parte del mundo ya que son muchos los rubros laborales que exigen este tipo de zapatos: bufetes de abogados, instituciones financieras o cargos relacionados a la atención al público.

En Chile no existe una norma que autorice o prohíba el uso de cierta vestimenta, explica la abogada litigante y encargada jurídica de la Fundación YQE, Francisca Ayala. Sin embargo, existen dos espacios en los que el empleador pueda ampararse para exigir el uso de cierta ropa o calzado.

El primero es el artículo 184 del código del trabajo que “corresponde a la obligación de cuidado y protección que tiene el empleador con respecto al trabajador, y que obliga a la entrega de ropa y calzado de seguridad, siendo obligación del trabajador el uso”, explica.

El segundo es la facultad de administración que tiene el empleador, dentro del cual puede establecerse el uso de uniforme, el que puede incluir cierto tipo de calzado.

“Personalmente en este último punto considero que el límite es la salud del trabajador, por lo que si el uso de tacones lleva a problemas de salud, el trabajador podría negarse legítimamente, y si esa relación laboral se termina o no se contrata por ese motivo, podría alegarse discriminación”, opina Ayala.

Según Marambio, hay empleadores que ejercen esta presión directa y explícitamente a través de indicaciones en códigos de vestimenta, o de forma más indirecta, a través de comentarios o tratos discriminatorios. “La falta de una normativa que regule esto constituye ejemplos de la violencia simbólica hacia las mujeres en Chile”, dice.

Otras veces la presión surge desde las propias mujeres, sobre todo aquellas que están insertas en espacios históricamente masculinizados. “Para poder destacarse ahí, tienen que sobrepasar muchas barreras, entre ellas, verse del mismo porte que los hombres, simbólica y físicamente. Entonces, los tacos ayudan”, dice Muñoz.

Para Carranza, también experta en moda, existen muchas opciones en el mercado actual que las mujeres pueden usar en el trabajo o cuando quieran verse un poco más elegantes: nombra las ballerinas, los mocasines y los botines.

Hay consenso en que los zapatos con taco deberían cargar el significado y uso que cada persona quiera entregarle según sus deseos propios, y no en respuesta a las expectativas impuestas por el torno.

“Lo importante es cómo cada mujer se apropia del vestuario y cómo le da significado, si lo que usa es porque ella lo decide o si lo hace por imposición. La libertad de cada mujer debe estar siempre presente”, dice Muñoz.

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